Tras el telón de Circus Circus International
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Los tiempos donde el asombro era algo diario, donde cada minuto de la vida exponía a nuevas experiencias y sensaciones suelen olvidarse. Con el tiempo, la sociedad se ha percatado de un nuevo estilo de vida, uno donde ya nada sorprende, uno donde todo está prefabricado y aun así hay espacio para el asombro, la angustia y las risas. Estas son las sensaciones que revela y recupera el circo: una colorida carpa que oculta misterios, que convoca a citadinos y pueblerinos a descubrir la magia que esconde el telón.
Circus Circus llegó a finales de febrero a Piedecuesta con sus acrobacias, equilibrismo, contorsionistas, entre otros actos para ofrecerles a todos los miembros de la familia, diversas emociones que puedan llegar a capturar la atención de todo el público presente debajo de la carpa inmensa que acoge a las risas de los niños, adultos y acianos que le apuestan aún a este tipo de arte que en muchas ocasiones es subestimado.
Al abrirse el telón, sale el humo que compaña la música de bienvenida, luego comienza a sonar la voz de a Oscar, quien da la bienvenida a todos los asistentes, su simpatía cautiva a todos; empieza con un truco que nunca falla: malabares. Los malabares no son solo una habilidad, sino un arte donde el cuerpo se expresa y se manifiesta, por lo mismo Oscar rebosa de diversión con sus pinos de boliche, aros, pelotas o sombreros.
Circus circus es un proyecto familiar que lleva aproximadamente 4 años recorriendo gran parte del territorio colombiano y diversos países donde han sido acogidos de manera sorpresiva, ya que comentaba el director Artístico Andres Torres que las personas se levantaban del del asiento incluso en ocasiones por el respecto hacia el arte que ellos realizaban. Culturas distintas sin lugar a duda.
Por otro lado, la cultura y el arte en muchas ocasiones es devorado por las personas que quizás no conoces la disciplina, talento, y entregas que estas dan para ser escuchados atreves de su creatividad con cual expresan sus emociones y realidades vividas.
Ahora que tanto Oscar como el público han entrado en calor, llega el momento de subir la emoción Yoryi, un joven de 24 años atlético y acróbata equilibrista, releva a Oscar en un instante. Se le ve en el suelo y en un segundo ya está columpiándose a más 10 metros de altura a través de dos simples lasos de tela, eso sí, muy resistentes, tienen que serlo, pues el arnés no es parte del acto.
Los niños y los adultos llenan la carpa de Oooohs y Guaaas, uno que otro visitante se asusta, pero nadie se estremece, aún no es el momento. Hay una infinidad de actos que logran calmar las aguas, hasta que llega una joven y talentosa acróbata llamada Valentina Aerolita con su danza de altura donde baila y se tambalea con su sensual vestimenta sobre un hula-hula, primero de pie, luego sentada, luego realiza diversas poses que cautivan al público, y finalmente reposa todo el peso de su cuerpo, con su nuca, sobre el aro sostenido en el techo, algo que sin duda le hiela la sangre a la audiencia.
Regresan Yoryi y Oscar para una tragicomedia. Toda la carpa está a la expectativa, pues ambos se subieron juntos a la tirolesa, Yoryi va armado solo con un bastón que le da equilibrio y recibe a Oscar en sus hombros y empieza la marcha, los nervios no lo delatan, no suda ni se distrae hasta que un resbalón hizo que todos dijeran ¡Ahh! Aunque solo fue chiste de Yoryi, ya que un paso a la vez él se acercaba al final de su acto de equilibrio. Oscar confía en las habilidades de Yoryi, pero eso no lo exime de querer bajarse lo más pronto posible de los hombros de su compañero.
Yoryi menciona tras bambalinas que lleva toda su juventud en el circo, y no descarta seguir con su vida circense en el futuro. Nacido en Venezuela, ya conoció varios países como Perú y Ecuador viajando con su comunidad del circo. Enfatiza que en este gremio casi todos han empezado desde chiquillos, pues no recuerda conocer a alguien que se haya unido al circo siendo mayor de edad, lo que provoca que entre todos sea más fácil entender las dificultades que trae cada acto.
Por ahora, Circus Circus International sabe cómo manejar a su público, los tiene a todos realmente atentos y es tiempo de que los niños descansen de la adrenalina con nada más y nada menos que una comedia de payasos, esos personajes inconfundibles, con sus zapatos anchos, su maquillaje y sonrisa permanente, los payasos son eso mismo y payasean y se burlan del que dé papaya, nadie está a salvo de la misericordia de los bufones que matan de la risa a las chiquillas, chiquillos, los grandes y adultos.
Hay una figura omnipresente en cada acto, vestida con su chaleco, su gorra y su radio, su nombre es Carvis Ferrer y viajó con Circus Circus International desde Venezuela, fue contratado por el mismo circo como empleado, encargado de la logística y asistente en los diferentes actos de cada uno de los artistas, sin embargo, todos los artistas se ayudan entre ellos. Carvis afirma que, aunque esté asistiendo en los actos durante varias jornadas y turnos, siempre le alegra ver la rutina de los payasos, lleva aproximadamente seis meses con el circo y su plan es continuar con ellos hasta ahorrar lo suficiente para montar su propia barbería una vez regrese a su patria.
¿Qué más puede ofrecer el director? ¿Qué otro truco puede revelar esta modesta carpa circense?
Los ojos de los espectadores son guiados por el reflector a una jaula en forma de esfera con una singular motocicleta todo terreno. Entra Andrés Torres en la escena se pone su casco y acelera a fondo, un ciclo infinito donde la moto anda casi sin fin, tanto como la gasolina le permita a Andrés estar de cabeza a decenas de kilómetros por hora. El público no escatima ni en gritos ni en aplausos ni en subidas de presión sanguínea.
Su pasión, dedicación lo han llevado a perfeccionar y seguir revelando acrobacias extremas que le han permitido ir a países como Francia, Alemania, España y conocer gran parte del territorio colombiano, cada acto que él va realizado conlleva a un grado de dificulta más alto como el taparse los ojos al caminar a más de cinco metros de altura por encima de una estructura que mantiene un movimiento constante.
Andrés Torres, hijo de José el dueño de Circus Circus, comenta cómo poder levantar el acto es tan cotidiano como si un taxista se levantara a trabajar todos los días a la misma hora, o como una enfermera se prepara para presentarse a turno en la clínica, pues es una rutina más, pero sus compañeros de trabajo son más que eso, son colegas donde el respeto es mutuo, colegas con los que acampa, viaja en caravana o comparten hotel, son una familia. Y aunque a Andrés no le disgusta armar y desarmar una carpa para más de 200 personas si lo pueden llegar a frustrar las trabas burocráticas, las excusas de los gobernantes para no otorgar los permisos, permisos que son lo bastante caros como para replantearse si es económicamente viable emprender los costos del viaje y de logística.
Andrés se encuentra con casos donde otros circos suplantan su razón social para ahorrarse estos costos burocráticos, lo cual aparte de ser ilegal e injusto también pone en peligro el buen nombre de Circus Circus, sin embargo, nada lo emociona como actuar para el público, una emoción que descubrió desde los 10 años cuando debutó en el circo como payasito.
En sus palabras: “se pasa bueno, se ríe, se conoce, se sufre..., los primeros días nos llovió muchísimo teníamos que levantarnos tipo 3 o- 4 de la mañana porque el circo estaba inundado (por la lluvia), entonces extienda aquí, saque aquí, para que el público vea solo el lado bonito”.
Su pasión, dedicación lo han llevado a perfeccionar y seguir revelando acrobacias extremas que le han permitido ir a países como Francia, Alemania, España y conocer gran parte del territorio colombiano. Cada acto que va realizado conlleva a un grado de dificultad más alto, como el taparse los ojos al caminar a más de cinco metros de altura por encima de una estructura que mantiene un movimiento constante.
Circus Circus International, ahora en Girón, invita a los santandereanos a que le den una oportunidad a que los circos los sorprendan, a que despierten a ese niño o niña que se emocionaba cada instante que transcurría en sus vidas.