'Voces narrando la paz': construyendo sobre las memorias del conflicto armado en Santander
¿Cómo contar lo duro del conflicto sin reabrir esas heridas que tanto costó sanar?, ¿cómo reconstruir sobre lo que un día se rompió sin cortarse con los pedazos de la historia?, ¿de qué forma mirar hacia el futuro sin hacer memoria de un pasado trágico y violento?
"Traemos un mensaje de esperanza y futuro para nuestra nación vulnerada y rota. (...) Un mensaje de la verdad para detener la tragedia intolerable de un conflicto en el que el ochenta por ciento de las víctimas eran civiles no combatientes. (...)
No podemos aceptar la alternativa de seguir acumulando vidas despedazadas, desaparecidas, excluidas y exiliadas. No podemos postergar el día en que «la paz sea definitivamente un deber y un derecho de obligatorio cumplimiento»".
Padre Francisco de Roux en la entrega del Informe Final de la Comisión de la Verdad, el 28 de junio de 2022.
El proyecto Encuentros para la comprensión del conflicto armado en el territorio y reescritura de nuevas narrativas hacia la convivencia y la paz, es un trabajo financiado por el Fondo Multidonantes de las Naciones Unidas para el sostenimiento de la Paz en Colombia, uno de sus objetivos es la apropiación del Legado de la Comisión de la Verdad. La Universidad Pontificia Bolivariana (UPB), seccional Bucaramanga, fue escogida entre más de 850 propuestas presentadas, siendo la única universidad del país, y entidad del oriente colombiano en esta labor de divulgación y apropiación del Informe Final de la Comisión de la Verdad “Hay futuro si hay Verdad”.
El trabajo que es liderado por los docentes de la UPB, seccional Bucaramanga, Ledis Bohórquez, del Departamento de Formación Humanística; Diana Carolina Gómez, de Psicología; Héctor Mauricio Gómez, de Comunicación Social y Periodismo; y Cristian Ceballos, de Diseño Gráfico, busca la reescritura de historias en los territorios, en las que más allá de narrar el flagelo de violencia que doblegó a Colombia y dejando millones de víctimas a la deriva —fuera de sus tierras—, en el cementerio o como cadáveres sin nombre en el río, se cuenten desde sus voces, su forma de narrar y pensando en una no repetición y mejor convivencia.
Relaten cómo se afrontó el dolor tras perder a un ser querido, qué rutas siguió la comunidad para guiar los procesos comunitarios que funcionaron como una red de apoyo para sanar, qué se requiere para iniciar un proceso de reconciliación con esos seres humanos que un día fueron niños jugando en un parque y años después, por diferentes razones, cogieron un fusil y arremetieron contra su propia comunidad.
Pero, sobre todo, se espera que estas narraciones sean un recurso para reconstruir y conservar el Legado de la memoria en Santander, uno de los objetivos primordiales de la Comisión de la Verdad tras la entrega del Informe Final en junio de 2022.
“La herencia que le deja la Comisión al país de sus aprendizajes, (son) las herramientas para reflexionar sobre los patrones, contextos, casos y factores de persistencia”, tal como lo expresa la Comisión de la Verdad, pero que se traduce en una herramienta para transformar la historia, un saber colectivo que provea esclarecimiento, reconocimiento y convivencia para la población: un motor para la no repetición.
Desde la Comisión se busca el cese a la violencia que durante más de 60 años ha persistido en Colombia, dejando a más 9’000.000 de colombianos afectados. Un trabajo liderado por la comisionada Lucía
González, en conjunto con la Mesa de Articulación del Legado, dividió en tres las estrategias: la preparación de la sociedad para la llegada del Informe; la apropiación de sus contenidos y recomendaciones; y las acciones para sostener el Legado.
Santander: una memoria viva
Santander ha sido uno de los territorios mayormente afectados por las consecuencias del conflicto armado colombiano. El Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC), del Centro Nacional de Memoria Histórica, registró entre 1990 y 2010 un total de 12.671 hechos —entre ellos, homicidios selectivos, desapariciones forzadas, secuestros y violencia sexual— asociados a la violación de derechos humanos en las comunidades que habitan la región santandereana.
Y a pesar de las más de 14.000 víctimas que ha dejado la violencia la tenacidad del pueblo santandereano “se convirtió en resistencia a la guerra, en la defensa de la paz, en la voz levantada que renunciaba a dejarse sumir en el dolor de los asesinatos, de los despojos, de las violaciones, de las desapariciones, y se tradujo en organizaciones sociales, organizaciones juveniles, sindicatos, mesas o asambleas permanentes de derechos humanos”, comentó la comisionada González.
Se construyeron una serie de rutas para afrontar el dolor que supuso la pérdida y la tragedia. El peso de múltiples masacres perpetradas por los grupos paramilitares, como la masacre del 16 de mayo de 1998 en Barrancabermeja, “cuando siete personas fueron asesinadas y 25 más desaparecidas”, tal como lo registró la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas. O cuando la comisión del Ejército del General Carreño arremetió contra la comunidad, “asesinando a los niños primero y acribillando a una multitud de habitantes en Suratá por guerrilleros”, tal como recuerda un surateño.
'Voces narrando la paz', el nexo del proyecto con la comunidad
Voces narrando la paz es el nombre que recibe la cátedra impartida a estudiantes de la UPB, en Bucaramanga; a los grados décimo y undécimo del colegio Ciudadela Educativa del Magdalena Medio, en Barrancabermeja; al plantel educativo del Colegio Francisco Sanjuan del corregimiento de Turbay; y a los integrantes de la Mesa Municipal de Víctimas en Suratá.
Un trabajo conjunto con la Corporación para el Desarrollo del Oriente Compromiso—organización social bumanguesa— y con el Colectivo Artístico Magdalenas de Barrancabermeja, quienes apoyan como enlace para la implementación de talleres relacionados con las artes escénicas para niños, en la región del Magdalena Medio —incluyendo al corregimiento El Llanito y al municipio de Yondó (Antioquia) en el proyecto—.
“Desde la Corporación Compromiso estamos apoyando en la cátedra, donde se plantean diferentes actividades para enseñar a los niños lo que la Comisión recogió en su investigación, pero también para conocer de ellos: qué opinan, qué saben acerca de ciertos temas y cómo se relacionan con lo que ocurrió acá en Turbay (corregimiento de Suratá)”, aseguró Silvia Ballesteros, integrante de organización.
La Corporación Compromiso, ONG reconocida por su labor en la observación de los Derechos Humanos en la región, y por ser pionera de la radio comunitaria, especialmente con la emisora La Brújula, con sede en el norte de Bucaramanga, fue la responsable del módulo sonoro. Para ellos el trabajo con los estudiantes del Colegio Francisco Sanjuan de Turbay superó los objetivos de la cátedra: se conoció su visión acerca de lo que pasó y sigue pasando en Colombia. Además, se pensó en un Turbay 2050; los niños y niñas imaginaron a su pueblo en unos años, teniendo presente lo que falta en el territorio y cómo se puede mejorar a futuro.
Por su parte, el Colectivo Magdalenas de Barrancabermeja, otro de los aliados de la UPB, realizó talleres de danza y teatro en el corregimiento El Llanito y en Yondó (Antioquia), “trabajamos danza urbana, danza contemporánea y teatro desde un enfoque donde los muchachos empiecen a reconocer su cuerpo, a describirse, a generar confianza en el espacio grupal y que haya un empoderamiento en el uso de la voz”, explicó Paola Muñoz, directora del Colectivo. En estas regiones, se espera abordar el componente teórico de la cátedra al concluir los talleres.
Los factores de persistencia del conflicto armado
Durante los primeros encuentros se abordó el porqué en Colombia se siguen contando los muertos a causa del conflicto, por qué aún no es posible hablar de paz en los territorios y sobre qué se debería empezar a trabajar si se quiere construir en las regiones, un contenido que se trató a través de la técnica Árbol de problemas.
La Comisión identificó que las razones por las que el conflicto armado en Colombia persiste están relacionadas a la imposibilidad de participar con garantías políticas —si se es parte de un grupo político no tradicional—, a la repartición inequitativa de la tierra, a la victimización, a la falta de la presencia estatal y al narcotráfico.
“En esos territorios, el colegio es como un centro de resistencia, porque es un resguardo de paz, de acción comunitaria y de movilización juvenil, pero el Estado no ha estado presente en materia de institucionalidad, entonces los niños y niñas decían: ‘acá en Suratá queremos que haya una universidad, que podamos terminar nuestro bachillerato y seguir estudiando’”, explicó la docente investigadora del proyecto, Diana Gómez.
En paralelo, la falta de interés estatal por la continuidad de un legado agroindustrial para el desarrollo sostenible —que los jóvenes tengan la posibilidad de continuar con el oficio agro heredado de sus padres—, aviva la intensidad del conflicto debido a la falta de oportunidades y obliga a gran parte de la población a migrar a las grandes ciudades para buscar “una mejor vida”.
La construcción de historias
En Suratá, un territorio con una población marcada por las heridas de un conflicto interno persistente, para algunos todavía es difícil hablar de lo que pasó, porque a quienes les pasó aún no han sanado lo que tuvieron que vivir. Los diálogos de paz no le han proporcionado a la comunidad los procesos de reconciliación prometidos en los acuerdos. Mucho menos, la certeza del fin del conflicto y la seguridad requerida para desarrollarse libremente en el municipio.
“No hay nada de reconocimiento. Uno no tiene el resentimiento de lo que ellos pudieron llegar a hacer, porque son errores que se cometen, pero no tienen el valor de venir a pedir perdón”, comentó un lugareño en los alrededores de Suratá.
Sin embargo, la historia no se transforma sin contar qué fue lo que pasó y sigue pasando en el territorio. “Por ejemplo, quién fundó Cachirí. Si usted no cuenta, ¿quién va a saber?”, manifestó la docente Diana Gómez.
Con la Mesa Municipal de participación de Víctimas de Suratá, la construcción de historias estuvo encaminada a narrar qué se espera que pase en el territorio. “No solo es la apropiación del Legado de la Comisión de la Verdad, sino que encuentren otras formas de construir su propia historia, su narrativa; una nueva articulada en imaginar un región en paz. Es escuchar, ver y observar que ese guion tenga como eje temas de reconciliación, de perdón, de no repetición, de que si se puede resolver las necesidades básicas insatisfechas, ejemplo la educación”, expresó Héctor Mauricio Gómez, investigador del proyecto. Miembros de la Mesa de Víctimas agregaron que esperan que estos contenidos sirvan para mostrar a Suratá como un pueblo embellecido y con oportunidades de mejores vías, salud, educación, asimismo, hacer memoria sobre los hechos del conflicto ocurridos en la región en años anteriores y evitar “negar que en Suratá pasó algo”.
Mientras un grupo desarrolló el tema de la reconciliación —su importancia, qué se necesita para que se logre, qué obstáculos hay para alcanzarla y qué se ha hecho en el territorio en relación al tema—, Eliseo, integrante de la Mesa de Víctimas de Suratá, con grabadora en mano, tomó el rol de periodista en trabajo de reportería con su equipo.
¿Cómo inició la Mesa de Municipal de Víctimas?, ¿cuántas asociaciones hay en la Mesa? y, ¿qué se está necesitando para el municipio?, fueron algunas de las preguntas que realizó a su grupo de trabajo.
Con el cierre del primer semestre académico del 2023, se finalizó la primera parte de la cátedra Voces narrando la Paz, tras la presentación de los proyectos en las diferentes instituciones y territorios.
El conflicto se posa frente a nuestros ojos cuando la violencia toma el rostro de alguien y, como ha sido el caso colombiano, de muchos. "¿Dónde está tu hermano?", citó el Padre Francisco de Roux en la entrega final del Informe, en referencia a las vidas perdidas y a la humanidad que faltó para evitar las consecuencias que trajo consigo el camino de los violentos.
Con la apertura de la cátedra, se divisa un sendero esperanzador en medio de la incertidumbre y el olvido, porque hasta hoy se cree que en Santander no pasó nada, porque la violencia sigue repercutiendo en las comunidades.